En la Hipnosis de Madame Butterfly

El repertorio musical de esta mañana será dedicado a una de las pocas mujeres a quien mi envidia podría querer arrancarle la garganta y hacerme una transfusión de cuerdas vocales, si es que la ingrata viviera y yo pudiera hacerlo, así que sólo me queda la admiración que puedo sentir por alguien tan grande, a esa colosal estatua de notas. La doña absoluta que no podré ser jamás pero que vale la pena el intento en el pecado capital de la envidia. Así que hoy decido no retirarme ni de la música, ni de la literatura, ni de los números, ni esos millones de placeres mundanos que aumentan día con día en mi cuerpo, en mis sentidos y donde se puede saciar y atragantar mi alma.

Nada más exquisito que olvidarse de la realidad, en medio de un manantial de notas que vuelan entre las lagunas mentales del cerebro, puedo perderme de todo en medio de una voz maravillosa, olvidarme del mundo en una burbuja musical hasta despertar como el payaso dormido en la caja de sustos; por qué ahí nadie habla, por qué ahí nadie dice, ahí se vive y se muere; no hace falta hablar para entender al alma, el alma sólo vive de los instantes y es capaz de pintarnos los rostros de diferente color según su ganas, puedo ser negra, azul, gris o blanca, en un instante si es que mi alma se esfuerce o se siente morir, comienza a construir los castillos de viento que guardare en los ojos para escalar hasta mis fantasías y purpúreos deseos, entre esas mareas altas y furias rocosas, donde nadie puede partirme instantes como estos.
No hace falta hacerle un agujero a la alcancía esta tarde, para obtener un suspiro que me reviva el aliento, no hace falta mamar esta vez el extracto de savia que se escurre a gotas de los recuerdos para volver a volar; vale la pena vivir de vez en cuanto entre esta realidad irrealizable; puedo volar aunque tu guardes mis alas, y puedo alcanzarte aunque tu recuerdo se haya escapado de mi memoria, uno siempre puede regresar...