jueves, junio 29, 2006

Tejiendo Olvidos...

(foto: Elva García)

Como Sabinista yo también espero curarme de ti…

Si hablo de amor,
talare soledades en tu dolor callado;
y enramada de uno a otro trepare a tus ramas,
hablare de ti con todos sin nombrarte
y guardare la savia de tu recuerdo que preño mi vientre…

De tu alma fui el titiritero,
recorte otros rostros para hilvanar tu cara
junte los pedazos de mis fracasos para formarte,
te di un ojo café y otro de gato para mirar las noches,
te vestí de papel y letras para hacerte parte de mis cuentos
y te di la cualidad de amante y no de esposo, ni de amigo…

Tus labios eran los más gruesos
o tus mordidas las oscuras,
tus dedos saltamontes en el verdor de mi piel;
tu silencio dibujaba claroscuros en mi cuerpo,
te amarrabas a la voz de él y el apellido de otro,
y yo te invente para amar a alguien…

Perennemente fui tuya,
tuya y de todos sin ser más que de ti.
Quizás nunca supe lo que era,
y seguí perteneciéndote según la costumbre…

Hoy me permito destrozar tu recuerdo,
no hablare de ti;
alquimizaré este sentimiento fermentado,
inventare otras enfermedades,
tú no serás el remedio con limón y miel;
me ahogare en otros fuegos
y olvidare la lluvia de tus manos…

Perecemos soterrados en un mismo tiempo,
seré desterrada y desuncida de ti,
de ti que todo lo tengo,
el vino y lo volátil de tu amor
para vivir embriagada de fuego y sed…

No eras perfecto,
eras tormenta al hablar,
y tus defectos enramados los plante en mi cama;
fuiste el tabaco y la comida,
fuimos uno en nieve para almacenar el invierno en el alma,
pero hoy voy pico y pala a enterrar las palabras que vinieron a nombrarte…

Elva*

viernes, junio 16, 2006

Para amar...


Recuerdo desabrochar tus pasiones de mi espalda,
te amaba por mera coincidencia artificial,
te deseaba en estribillos y dibujaba besos en tu piel,
eras mío en una invasión de dientes y mordidas en tu carne.
Que rastrero es amarte empapando la alcoba de sombras.

Recuerdo el influjo que vació tu boca a mi aliento;
tu amor era un prefiguración de ti mismo,
un eco encadenado a mi nombre,
una resonancia que abarcaba el semblante de mis soledades.
Era tal vez el amor una murmuración de anonimatos,
o aquellos espejismos que enturbian el reflejo de mi propio ser.

Pero mi amor iba en crescendo y olvidándose del pianno,
y yo bebía de ti la corrupción de mi alma;
comía de ti aquel deleite que erizaba mi monte de Venus,
porque sólo el silencio encendía señales de pernicía.

Sórdida y serena me hundía en tu cuerpo más y más
y las caricias ululaban insaciables por todas partes.
Los pecados desfilaban uno a uno frente a mí,
y yo te miraba en cada uno de ellos multiplicando tu nombre;
los vestía de ausencias y los cortejaba con olvidos,
era de todos sin ser de nadie,
era tuya sin ser de todos,
era solamente del amor y nada más de quien quería acordarme…

Elva*