
Este mundo me sabe tan cuadrado que las esquinas se clavan en el paladar,
viviendo como heredera de la cruz de un mártir sin fieles y sin camino,
tratando de esparcir mi alma entre las pizcas de pan que se atoraron en mi garganta,
con unas anginas apagadas y con la noche apretada entre las piernas...
No queda nada en mis entrañas, gemir se ha vuelto el silencio de los relicarios,
nada es bastante, ni el eterno tic tac del mundo durmiendo en las fotografías,
ni aquellos rayos purificando el negro cielo entre las biblias,
ni la lluvia alimentando al mar hasta que los sueños se estrellen contra las piedras...
El mundo gira como si el arca de Noe fuera motivo de comercio y temblara por mercadotecnia,
para poder activar a Dios entre las cruces de los pechos y los pecados bajo la falda.
No puedo culpar al fuego de que las cicatrices de mi infancia brotaran en los santos de la repisa,
que aquellos verdugos moralista me caparan los sueños en la castidad del árbol genealógico,
de que la más puta de las costumbres se volviera el mas bendito sacramento,
todos nos jodimos el alma entre el pecado que se volvió un edén de los infiernos...
Viajamos almas en penas sin más demonios en las bolsas, con un puñado de espejos reflejando ideas,
apagando las llamas de las velas de cumpleaños, cada paso era uno menos del camino,
da pavor ir perdiendo los años entre aspiraciones del humo ajeno y vasos amedrentados
como si creyéramos que el alcohol se toma sin quemar la conciencia desde las entrañas hasta la razón...
Hoy callo el diluvió sobre la mesa y yo sin una tasa de café en la memoria,
hoy llueve y yo sin agua suficiente para lavar pecados, tanto como para secar el sol sobre los puños;
si tan sólo una estrella cayera y electrocutara en una chispa mi razón,
y yo dejara de ser, lo suficiente para arrancarme la sombra y quitar herraduras que predestinan mis huellas.
Ya ni el amor es bastante para quitarle el amargo a los labios y el verde a los recuerdos
o el púrpura a la pausa que emitía el clic que determinaba el andar errante del reloj sobre los tiempos,
ese reloj siempre lejano y tan presente en cada segundo en mi muñeca,
sometiéndome a los caminos de su andar y a mi muerte detrás de la cortina de su pasado...
Ojalá pudiera exigir la devolución de mi dolor en cada una de mis cicatrices,
entre actos como protagonista de mi utopía racionalista extirpando el empirismo de mis sabanas,
soy demasiado metódica como para dejarle el resto a los azares,
y la fortuna de mi casualidad a mi mala suerte porque el santo nunca escucha pero siempre le compone...
Ojalá pudiera extirparme las letras de mis ojos y los sonidos de la boca para alimentarme de esperanzas,
tengo un suicidio asegurado entre los filos de la hoja y el calor de la tinta desnudando al alma,
entre solapas de piel y la devoción a la costumbre como sacristanes de sal ante las olas.
No falta nada excepto la virginidad expuesta ante el pecado como elixir de los dioses,
como un veneno celestial de cualquier iglesia mordiendo a las hijas de sus demonios,
tiñendo la fe en la frente, ardiendo el miedo en los párpados cerrando los ojos con la cruz en la boca
mientras la razón se ahoga en el amen de nuestro pasado que jamás vivimos nosotros.
Puedo ser atea por coincidencia y alabar el son de mis creaciones,
ser egocéntrica desde la punta del pie hasta la ursuela,
tener miedo de mi misericordia caduca del narcisismo de cada una de mis palabras venenosa de extremo a extremo buscando cambiar de piel a las Evas sin Adán de mi historia.
Elva*